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Saramago, la investigación y yo

Aunque no lo he leído juiciosamente, sistemáticamente, profundamente, uno de mis autores favoritos es José Saramago. El Ensayo sobre la ceguera, el Manual de Caligrafía y Pintura, y Todos los Nombres aun resuenan en mi cabeza. He iniciado otros, pero no con la disciplina de los anteriores: La Caverna, Evangelio según Jesucristo, Caín, Las Intermitencias de la muerte, seguramente otros más, y los demás, al menos casi todas las novelas (me falta la primera que en portugués se llama Tierra de Pecado, pero que este año salió publicada por fin en español con el título de La Viuda, tal como originalmente Saramago quiso que se llamara -de hecho llega en estos días-), están en la biblioteca esperando que algún día los abra y los lea. Dos de ellos me los regalaron mi hermana Diana Alejandra y mi amigo Sergio Luis. Estoy iniciando a leer los Cuadernos (de Lanzarote, el último, el de 2008, el del año del Nobel, son varios) y quizá es algo que me ha impulsado a iniciar este blog en una página que he construido pero que he olvidado en los últimos tiempos (o quizá fue al revés, empecé a leer los Cuadernos porque tengo la idea de desarrollar mi blog).

 

Precisamente iniciando a leer los Cuadernos, en el primero de ellos, Saramago dice "siempre empezamos por el sentir, después pasamos por el raciocinio", lo que me recordó tanto el libro de Todos los Nombres como mi interés por la investigación (y la enseñanza de la misma). Trabajando en la Universidad La Gran Colombia, creo que por 2014 o 2015, leí Todos los Nombres, un libro que habla de un empleado del Registro Civil (aquí en Colombia, quizá hablaríamos de alguien que trabaja en una notaría) y que vive en un cuarto adjunto a las oficinas, pero que nunca sale de allí, de ese pequeño espacio. Su nombre es Don José (de hecho no sale ningún otro nombre en la novela) y tiene la afición de recolectar información de personas famosas y que puede encontrar en las mismas oficinas del Registro Civil en donde incluso se accede a los registros de defunción. Un día se topa con el registro de una mujer traspapelado en sus hallazgos y decide indagar sobre quién es. Hacer esto le causa diferentes complicaciones: indagar en otros archivos, salir de las oficinas, faltar al trabajo, entrevistar a diferentes personas, ir a lugares lejanos, ver imágenes, conseguir información por medios no tan adecuados, poner en riesgo su vida, encontrar hallazgos inesperados y, a pesar de concluir la novela, seguir investigando.

 

En aquel momento, cuando lo leí, me sentí identificado con lo que hago (intento hacer) en términos de investigación. Recuerdo que lo puse a leer a los estudiantes de uno de los últimos cursos de investigación de Contaduría de la UGC. Una de esos estudiantes era, mi hoy amiga, Diana Gutiérrez. No recuerdo si ella lo leyó, no se bien si sus intereses por la docencia, la investigación, la escritura, empezaron allí, pero creo que al menos un granito de impulso le aportaron. Mi intención era que los estudiantes de investigación asemejaran el proceso que vivió Don José con el proceso que puede uno llevar a cabo haciendo investigación (se me olvidaba que la mayoría de estudiantes no les gusta leer, ni cosas académicas, ni cosas de literatura).

 

La investigación, en mi sentir, requiere de pasión, requiere de salirse de lugares cómodos (de la zona de confort, que llaman) y trasegar por lugares desconocidos. Las ideas de investigación pueden venir de los momentos, espacios, textos, personas, situaciones, menos esperados. El proceso de investigación, por su parte, no es sencillo, no es claro, como a veces se pretende definir con certeza cuando se diseñan los proyectos de investigación. Al contrario, el proceso de investigación le exige día a día al investigador recorrer nuevos textos, nuevos espacios, con miras a lograr una panorámica más completa (o al menos más amplia) de aquello que se investiga. Creo que la novela, diferente a las versiones más tradicionales (o predominantes) de la investigación, invita a la investigación cualitativa, pero además a una investigación comprometida. Comprometida con lo que se está investigando, comprometida en conocerlo a profundidad, comprometida con el otro, con el que no tiene voz, con el silenciado, comprometida con poner esas voces en donde puedan ser oídas. Además, la investigación debería ser fuente de cambio: de la vida del investigador, de la vida del otro, de la sociedad en su conjunto.

 

La invitación que quisiera hacer en esta entrada es múltiple. Obviamente, a seguir leyendo el blog, no se qué tantas locuras llegue a decir, pero quizá sea interesante para alguien, incluso pueda llegar a generar discusiones con otros. Además, les recomiendo leer a Saramago, no solo las novelas, también sus Cuadernos, también sus ensayos, sus discursos; tiene un cuento para 'niños' muy bonito, La Flor más grande del mundo, del que hay un video narrado por el mismo Saramago hecho en slow motion (muñequitos en plastilina que se mueven lentamente). Y por último, la invitación es a la investigación, ojalá comprometida, tanto en contabilidad como en otros campos, y, sobretodo, vinculando diferentes campos. Una investigación que apasione, que interese, que se vuelva parte de nuestros sueños, que transforme.

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Comentarios: 3
  • #1

    Diana Gutiérrez Montoya (miércoles, 06 octubre 2021 13:06)

    Si lo leí y sin duda alguna hace parte de mis libros favoritos

  • #2

    Pedro Manrique Figeroa (miércoles, 06 octubre 2021 13:37)

    Estupendo leerte así Fabián. Yo leí la balsa de piedra en el colegio. Fue el único libro que me obligaron a leer me gustó. Desde ahí, empecé mi vida como lector.

  • #3

    William Duwan (miércoles, 06 octubre 2021 17:50)

    ¡Felicitaciones, Fabián! Cuando la letra nos llama no podemos más que caer en ella. Excelentes recomendaciones. Que ese espíritu férreo suyo sea de largo aliento y, aún en los momentos de mayor agotamiento, no desaparezca.